Tipo de historia: desviación positiva
THE CLEVELAND PLAIN DEALER
Negligencia tóxica
Por Rachel Dissell y Brie Zeltner | 23 de octubre de 2015
CLEVELAND, Ohio – Han pasado diez años desde que la ciudad de Rochester, en Nueva York, se comprometiera a abordar realmente su problema de envenenamiento por plomo. Los líderes locales prometieron que los niños de la ciudad ya no harían de detectores de plomo, que se envenenaban a un ritmo diez veces mayor que el promedio nacional.
El resultado fue un conjunto de leyes de prevención contra el envenenamiento por plomo, que los expertos en el campo anunciaron como las más “inteligente” del país, seguidas de una reducción de más del 80% en la cantidad de niños con niveles altos de plomo. Según creen los líderes, es un cambio sustentable.
El año pasado, en el condado de Monroe, Nueva York, cuyo centro administrativo es Rochester, el 4% de los niños a los que se examinó en busca de plomo tenían 5 microgramos de la toxina por cada decilitro de sangre, lo que equivale al umbral establecido actualmente por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
El año pasado, en el condado de Cuyahoga, ese porcentaje era más del doble, con el 11,5% de los niños examinados.
Lo que diferencia el abordaje de Rochester del de otras ciudades que luchan contra el envenenamiento infantil por plomo es simple: la ciudad decidió empezar a buscar plomo en las casas alquiladas, en lugar de actuar una vez que un niño ya estaba envenenado.
Sin embargo, las leyes de Rochester no fueron revolucionarias. En su mayoría, la ciudad modificó leyes de vivienda existentes para abordar los peligros del plomo y reforzó la aplicación del código de viviendas en áreas donde los niños tenían más probabilidad de envenenarse.
La verdadera prevención es clave para el cambio
Hace décadas, los funcionarios de la salud pública comprendieron que si las casas son seguras y están libres de los peligros del plomo, los niños no se envenenan.
Desde hace tiempo, el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de los Estados Unidos (HUD, por sus siglas en inglés) alienta a las ciudades a aplicar los códigos de viviendas como una forma de prevenir el envenenamiento por plomo.
El HUD provee gran parte de los subsidios otorgados para remover la pintura con plomo en las casas de todo el país y declara que su misión verdadera es la prevención. En una entrevista realizada este verano, uno de sus funcionarios expresó que la misión estatutaria del HUD en relación al envenenamiento por plomo consiste en concentrarse en las viviendas que más probablemente podrían envenenar a los niños.
“La única manera de resolver realmente este problema es abordar las viviendas mismas”, informó el HUD a The Plain Dealer.
Quienes se encargan de aplicar los códigos de la ciudad desempeñan un papel clave para identificar las viviendas que tienen mayor probabilidad de representar un riesgo para los niños, tanto ahora como en el futuro. Los funcionarios del HUD aconsejaron a las ciudades que reciben subsidios para remover plomo que los códigos serían más útiles localizando propiedades individuales con presencia de plomo, así como focos de alto riesgo de envenenamiento por plomo.
“Al no poder concentrarse directamente en los peligros del plomo, los organismos de contralor pierden numerosas oportunidades de evitar que los niños se envenenen”, decía una cartilla del HUD sobre la estrategia en el año 2002.
Basándose en la recopilación de una gran cantidad de investigaciones realizadas en todo el país, los funcionarios también determinaron que prevenir el envenenamiento por plomo en realidad ahorraba dinero.
El cambio de rumbo en Rochester
La creciente evidencia reunida a favor de la prevención fue parte de lo que Wade Norwood, exconcejal de Rochester, llamó la “oleada de hechos” que eventualmente llevaron a que en 2005 se aprobara por unanimidad la ordenanza sobre plomo de la ciudad.
“Había un imperativo moral, científico y comunitario para aprobar la ordenanza”, explica Norwood. Para oponerse a la ordenanza había que ser obstinado e ignorante, o resistirse tercamente a la verdad, finaliza Norwood.
Había gente a la que le preocupaban las nuevas leyes, especialmente los propietarios de casas en la ciudad.
Gary Kirkmire, que dirige las actividades de inspección y cumplimiento de Rochester, señala que uno de los mayores obstáculos era la sensación de que las inspecciones forzadas alterarían el mercado de alquiler de viviendas y sobrecargarían a los propietarios.
“Lo desconocido asusta a la gente. A nosotros nos daba miedo”, prosigue Kirkmire, director de inspección y cumplimiento de la ciudad. Una vez que empezaron las inspecciones de plomo, la mayoría de los propietarios se adaptaron.
“Algunos dejaron el negocio pero, sinceramente, hicieron bien”, opina.
Otros objetaron que sería demasiado costoso, ya que realizar esas inspecciones adicionales posiblemente le costaría a la ciudad más de 1 millón de dólares por año.
Kirkmire asegura que eso requirió un compromiso considerable, pero Rochester contrató más inspectores y brindó capacitación complementaria a los inspectores de construcciones y viviendas para que pudieran evaluar los peligros del plomo.
La ciudad también decidió que, en lugar de realizar evaluaciones completas del riesgo de plomo, que pueden llevar cuatro horas o más, se daría prioridad a las actividades de inspección en el tipo de propiedades conocidas por presentar un mayor riesgo: las viviendas en alquiler que tenían la pintura deteriorada y el suelo de los terrenos adyacentes.
Los inspectores empezaron con las casas viejas ubicadas en áreas pobres donde predominaba el envenenamiento por plomo.
Les llevó varios años inspeccionar alrededor de 60.000 unidades alquiladas en la ciudad, anteriores a la década de 1970, detalla Kirkmire. Pero ahora, financiar el programa cuesta unos 696.000 dólares por año. La ciudad paga un poco más de la mitad y el resto se cubre con un subsidio de prevención otorgado por el estado.
Eso cubre las inspecciones visuales y entre 2800 y 3000 análisis de laboratorio para detectar plomo en muestras tomadas de pisos, alféizares y otras áreas con polvo dentro de las viviendas que los niños podrían tocar o inhalar fácilmente.
Según Kirkmire, la ciudad también perfeccionó el programa analizando los datos recopilados. Un cambio ahorró tiempo: luego de descubrir que más del 90% de los peligros del plomo aparecían en unidades en alquiler de una y dos viviendas, la ciudad modificó la ordenanza para que los inspectores ya no tuvieran que inspeccionar propiedades con más unidades.
Además, la ciudad logró reducir a la mitad, de seis a tres años, el tiempo necesario para volver a inspeccionar las unidades en alquiler donde se había limpiado el plomo, pero donde no había sido removido totalmente.
¿Lecciones valiosas para Cleveland?
Kirkmire puntualiza que otras ciudades también pueden comenzar por ocuparse poco a poco del problema.
“No tienen que ocuparse de lleno en toda la ciudad”, propone. “En nuestra ciudad, comenzamos inicialmente por las áreas de más alto riesgo”.
Ahora, las áreas de alto riesgo son más pequeñas, concluye Kirkmire.
Anteriormente, Cleveland y el condado de Cuyahoga habían probado con pequeños proyectos en los que se inspeccionaban las casas y se ofrecían capacitación y métodos económicos para controlar el plomo, como alfombras y artículos de limpieza, a los hogares donde vivían bebés y mujeres embarazadas. Pero estas actividades financiadas por subsidios, que al principio parecían promisorias, se terminaron cuando se acabó el dinero.
Actualmente, el Departamento de Salud Pública de Cleveland, el sistema de cuidado de la salud MetroHealth y la organización sin fines de lucro Environmental Health Watch (Control de la Salud Medioambiental) se asociaron para llevar a cabo una nueva actividad llamada BUILD, que requiere un enfoque más cooperativo y holístico para garantizar que las viviendas sean saludables.
Se está realizando una prueba piloto del proyecto en un vecindario del oeste de Manhattan, donde hay un alto porcentaje de plomo y otros problemas de salud relacionados con la vivienda.
Según dicen sus defensores, el objetivo del programa es crear una estrategia sustentable para evitar que familias y niños se enfermen o se envenenen en sus casas.
Queda por verse si el proyecto se prolongará una vez que se agoten los 250.000 dólares del subsidio.
Rachel Dissell es periodista de The Plain Dealer desde 2002. Ha escrito artículos de investigación sobre la respuesta de Cleveland a la agresión sexual, la violencia en parejas adolescentes, el sistema de justicia juvenil y el envenenamiento por plomo. En 2011, Dissell fue honrada con el primer premio otorgado a la Excelencia en Medios de Comunicación de la organización End Violence Against Women International (“Pongamos fin a la violencia contra las mujeres”). También es profesora en la Universidad Estatal de Kent.
Brie Zeltner se unió a The Plain Dealer en 2007, luego de realizar una pasantía de un año en el periódico y escribir artículos acerca de los efectos de la pobreza sobre la salud de los niños, las familias y toda la comunidad del noreste de Ohio. En 2015, Zeltner y su colega Rachel Dissell escribieron juntas “Negligencia tóxica” (Toxic Neglect), una serie de artículos detallados en los cuales examinaron la crisis no resuelta del envenenamiento por plomo en Cleveland.